El paso migratorio de los atunes por las costas atlánticas de la península Ibérica, además de otras especies fue suficientemente conocidos por quienes habitaban estos litorales. Este conocimiento dio lugar a que desde época muy temprana se buscaran los medios, métodos y artes específicos para su captura. Una vez capturados los grandes bancos de peces, la necesidad de conservar sus jugosas carnes y las abundancias de salinas fueron motivos suficientes para que en todas estas zonas costeras proliferaran numerosas pesquerías y factorías o instalaciones dedicadas a las conservas y salazones de pescados.
Éste es el caso de nuestro litoral desde el Estrecho de Gibraltar hasta el Cabo de San Vicente donde abundantes restos arqueológicos de estas instalaciones, piletas y testimonios literarios de la pesca y del comercio de los productos pesqueros son muestras de estas actividades desde al menos la mitad del primer milenio a. C.
De ello dan fe, además de los restos arqueológicos, los testimonios literarios en fecha tan temprana como los siglos V y VI a. C, los griegos conocían los productos y salazones llegados a los mercados de Grecia a través del comercio púnico, como Hipócrates o Estrabón.
Son numerosos también los documentos que avalan la continuidad de la pesca del atún y otras especies a lo largo de los siguientes periodos históricos.
Pero quizás lo más llamativo de la explotación almadrabera durante siglos fue la concesión de privilegios. Así es conocido el monopolio de la Casa de Medina Sidonia. Esta casa ducal tenía el privilegio para armar almadrabas desde el Rio Guadiana hasta la costa del Reino de Granada. Este privilegio se remonta a finales del siglo XIII, 1294, hasta principio del siglo XIX, 1817. Más con la abolición de los privilegios en 1817 y la concesión de la armazón de almadrabas mediante arrendamiento a través de subasta pública se produjo una proliferación de almadrabas en nuestras costas que condujo a la sobreexplotación del recurso, a la reducción de las capturas y a la ruina de muchos empresarios a mediados del siglo XIX. A las treces almadrabas citadas por Sáñez Reguart en 1791 o a las quinces de Orbegoso en 1804, hay que añadir un elevado número de nuevas almadrabas, que contabilizan un total de 44 almadrabas, 27 en Levante y 17 en las costas de Poniente, incluida la de Ceuta.
El descenso en las capturas se tradujo con el paso de los años en el consiguiente descenso del número de almadrabas ya en el siglo XX.
A partir de 1929 estas almadrabas pasan a ser explotadas en régimen casi de monopolio por una sociedad común a todas ellas, el denominado Consorcio Nacional Almadrabero. El Consorcio estuvo operativo hasta el año 1971.
Las almadrabas volvieron a ser caladas en el golfo de Cádiz nuevamente en el año 1975 con la concesión de la almadraba de Barbate, al siguiente año se caló Zahara de los Atunes y posteriormente las almadrabas de Tarifa, 1981, y por último Conil de la Frontera,1986. En el año 1985 y 1986 se caló en Huelva la almadraba Nueva Umbría pero no prosperó. Y hace unos años la almadraba en el norte de África, Ceuta. Estas cinco almadrabas son las únicas que siguen activas en el golfo de Cádiz.
Las almadrabas que se han calado en el golfo de Cádiz son: Reina Regente, La Mojarra, La Espada, Ntra. Sra. del Carmen, Las Cabezas, La Tuta, El Terrón, Nueva Umbría, El Portíl, Punta Umbría, Ntra. Sra. de la Cinta, Las Torres o el Loro, La Higuera, Arroyo Hondo, Rota, San Sebastián, Torre Gorda, Sancti Petri, La Barrosa, Torre del Puerco, Torre Atalaya, Conilejo, Barbate, Zahara de los Atunes, Bolonia y Lances de Tarifa.